Paul Alexander Ríos Gallego
“He fallado más de 9000 tiros en mi carrera.
He perdido casi 300 juegos.
26 veces han confiado en mi para tomar el tiro que
ganaba el juego y lo he fallado.
He fracasado una y otra vez en mi vida
y es por eso que tengo éxito.”
– Michael Jordan
“Cae siete veces, levántate ocho.”
– Proverbio Japonés
Una de las partes más complejas de los procesos de innovación es la necesidad de entender el fracaso como parte de los mismos. Como manifiesta el gurú de la innovación abierta Henry Chesbrough existe una paradoja: “La mayoría de las innovaciones fracasan. Y las compañías que no innovan desaparecen”. Se observa qué aunque la innovación es una actividad organizacional que conlleva riesgo el no el innovar resulta más peligroso a largo plazo.
En el mismo sentido el periodista Andrés Oppenheimer nos muestra en su último libro “crear o morir”, que tal vez una de las principales razones para que la innovación sea tan pobre en América Latina es la estigmatización del fracaso, vivimos en una cultura que no lo tolera, y que condena por medio de sus leyes de quiebra al emprendedor que se arriesga y se falla en sus intentos
Es necesario empezar a ver el fracaso como parte importante de la innovación, no en vano Tom Kelley, Gerente general de IDEO, una de las empresas más innovadoras del mundo, ha acuñado la frase Falla constantemente para que puedas tener éxito antes. Y es que no podemos aspirar a que nuestras organizaciones construyan culturas de innovación de la noche a la mañana, y más cuando existe el temor de ser vituperados por los errores que se comenten en el intento.
A diario escuchamos historias de empresas en las que se propone la necesidad de innovar, pero al ser más una moda, si se fracasa se ve precisamente como esto y no como la oportunidad de gestionar el conocimiento y desarrollar lecciones aprendidas.
Crear una cultura de innovación no es fácil y parte integral de su desarrollo es la interiorización de los fracasos, aprender a prototipar de forma rápida, y entender en que momento abandonar un proyecto de innovación que está consumiendo más recursos de los necesarios, pero no para desterrar el proceso sino para desarrollar nuevas soluciones y dar apertura a nuevas ideas.
El fracaso es muchas veces la antesala a las soluciones, es necesario instalar culturas donde se reconozca que los grandes innovadores tropezaron muchas veces, pero llegaron a innovar porque supieron ver la adversidad como una oportunidad.
Finalmente, es importante entender que la innovación no es un chispazo, por lo que si bien es riesgosa, e implica intentar y a veces fracasar, el peligro de equivocarse se reduce cuando en nuestra organización no lo tratamos como una simple moda, sino que le damos un valor estratégico, asignamos los recursos y el tiempo a nuestros empleados y permitimos que se cree un ambiente de trabajo receptivo de la innovación y donde, ante todo, el fracaso es visto como el inicio de un nuevo camino, la senda de nuevas enseñanzas, oportunidades y puentes al éxito de los esfuerzos de innovación.
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