Recuerdo cuando era niña y que en algunas ocasiones cuando miraba a los adultos me estremecía, eran tan grandes, imponentes, “poderosos”, capaces, todo lo sabían y en algunas ocasiones me sorprendía la facilidad con la que encontraban aquello que yo llevaba algún tiempo buscando, aunque la mayoría de las veces no comprendía lo que decían, quería ser como ellos…
Sin embargo fácilmente olvidaba, en un abrir y cerrar de ojos me encontraba en un castillo creado por la imaginación que frecuentemente regía mis días, contemplando cualquier juguete que me fascinaba y pensando en nuevos sueños, me sentía feliz, tranquila, su grandeza y mis deseos no me perturbaban.
Con el tiempo he tomado consciencia de cuanto he permitido a los demás influir en mi, a lo que antes no le prestaba atención ahora me paso horas, quizás días, pensando y analizando por que tal persona me dijo esto, hizo aquello, pensó tal cosa, tratando de razonar y justificar de alguna u otra forma todo, al mismo tiempo que es muy agobiante.
Si bien es cierto que somos seres sociales por naturaleza, necesitamos de los demás en un modo absoluto, Aristóteles lo ve claramente cuando compara los hábitos de bestias y hombres, completamos lo que somos dando a otros y recibiendo de ellos; por lo que es necesario comprender a los demás, lo que dicen, piensan y sienten, también es cierto que constantemente permitimos que los demás tengan demasiado poder e influencia sobre nosotros; considero que deberíamos de prestarle mas atención a nuestro propio yo y de vez en cuando darnos más protagonismo.
El punto es que en muy pocas ocasiones me tomo un momento para recordar como era de niña, que sentía, pensaba y por que todo parecía tan fácil, tan perfecto y lo hago ahora porque últimamente he tenido la oportunidad de ver y escuchar constantemente términos como “niño interior”, “Eso forma parte de tu niño interior”, “te está moviendo tu niño interior” o “reconcíliate con tu niño interior”.
Entonces ¿qué es el niño interior? Existen variedad de definiciones, a grandes rasgos podemos describir su contenido según tres elementos comunes que nos resume la psicóloga y escritora Victoria Cadarso:
- El niño interior es nuestro auténtico ser, la parte vital y enérgica que nos mueve sin temor y que, aunque queramos, en muchos casos no podemos evitar manifestar.
- Nuestro niño interior es también esa parte interna que no pudo expresar su dolor en un momento concreto, que ha reprimido sus emociones más profundas y que ha motivado que nos adaptemos al entorno por miedo al abandono.
- El niño interior es una parte esencial de la creación de nuestro yo; esperando el momento en que pueda ser escuchado, en el que se le tome en cuenta, el que pueda obtener lo que no tuvo en su momento.
Carl Gustav Jung se refiere al motivo del niño como “una representación de ciertos aspectos ‘olvidados’ de nuestra infancia”; según Louise Hay casi todas nuestras creencias y patrones de comportamiento, tanto negativos como positivos, los adoptamos cuando teníamos entre 3 y 5 años, a partir de entonces, nuestras experiencias se han basado en lo que aceptamos como verdad desde aquella época de nuestra vida.
La comprensión de este concepto y tener la oportunidad de vivir la experiencia de sanar mi niña interior, me ha facilitado reconocer mis miedos, interpretaciones y obstáculos establecidos por mí misma, comenzar y sobre todo permitirme el proceso de llegar a ser YO misma, estar en contacto con mi esencia, con mi “alma” y aunque soy consciente de que no es un proceso fácil, cada vez me es más fácil aceptarme, ser humilde, encontrarme contemplando cualquier cosa de mi entorno, fluir con mis emociones, reconociendo la naturaleza de las mismas y aceptándolas como mías, sin juzgarlas, reconocer que de mí depende herirme y dejarme herir.
Si tienes el valor suficiente para mirarte desde adentro, reconocer tus disfraces sociales, encontrarás una parte de ti donde hay mucho dolor acumulado, que queremos y podemos sanar, ese dolor comienza a disolverse cuando le prestamos atención y dejas de construirte una personalidad creada para agradar a los demás; lo mejor de mi proceso es disfrutar el inmenso placer de ser yo misma, encontrarme diciendo genuinamente ¡que rico ser yo!, seguido del reconocimiento de muchas de las habilidades, aptitudes y fortalezas que tengo.